sábado, 3 de mayo de 2014

Hacer las cosas por si mismos


 Enseñar a los niños a hacer las cosas por sí mismos

 Cuando los padres creen que deben hacerlo todo por sus hijos tal vez los niños no aprendan a ser responsables por sí mismos. Los buenos padres son aquellos que hacen menos cosas por sus hijos, dejándoles asumir responsabilidades a ellos. Los niños, por ejemplo, tienen que aprender a ser responsables y constantes desde pequeños, poco a poco.
Es una tarea de los padres del día a día que tienen que iniciarse desde bien temprano: hay que enseñar a los niños a desarrollar sus capacidades y sus habilidades sociales. Es difícil saber lo competente que es un niño. A veces nos movemos en contradicciones y los tratamos como si fueran incapaces y otras esperamos que entiendan cosas que apenas entendemos nosotros.
 
Es difícil determinar el nivel de habilidad de un niño en cualquier etapa de su desarrollo a causa de su comportamiento discontinuo y a veces incomprensible. Además, éste viene influido por las actitudes paternas, que oscurecen la capacidad real del niño. El resultado es que los niños a los que se les hace sentirse incompetentes creen que sus padres dudan de sus aptitudes, lo cual les lleva a ellos mismos a dudar de su propia capacidad, lo que puede afectar a su autoestima. Es importante la actitud que los padres tengan respecto a sus hijos, puesto que puede determinar la relación que tenga con el hijo e influir en su desarrollo como persona.
 
Presuponer que los hijos son capaces no significa que deban conseguir todo lo que se proponen. Esto es imposible, pero es muy importante aprender de los errores. Conviene recordar que también aprendemos por ensayo y error. Los padres que crean que sus hijos pueden aprender de sus propios errores acabarán convenciéndoles, antes o después, lo cual les será muy útil en su vida de adultos. Hacer por los niños cosas que ellos son capaces de hacer por sí mismos sin obtener nada a cambio conduce a la culpa y al resentimiento. en una relación. Pedir algo a cambio no significa que se sea un padre egoísta. Al contrario, se está mostrando al niño que así funciona el mundo real. Ser padre/madre es un papel temporal que se desempeña durante un período determinado de la vida. Debemos asegurarnos de que no se convierta en una tarea permanente y tan ardua que nos haga olvidar, y nos impida hacer, el resto de cosas que conforman nuestra existencia y nuestros deseos y necesidades.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

¿Qué es ser padres?


QUÉ ES SER PADRE O MADRE
 
El trabajo de padres es, sin ninguna duda, el más hermoso, generoso y gratificante, pero al mismo tiempo el más complejo y sufrido de cuan- tos haya. Y los padres lo tienen que afrontar con la preparación que disponen y han aprendido. Algunas ideas les puede ayudar a cumplirlo lo más satisfactoriamente posible.
Preparándose para la paternidad/ maternidad: Todos los padres desean lo mejor para sus hijos. Lograrlo no depende solo del trabajo que ellos hagan como padres sino tambien de otros muchos factores que les ayudará o dificultará en su función. Pero si preguntamos a los padres, como dice Wayne W. Dyer, en su libro La felicidad de nuestros hijos: ¿Qué dese- as por encima de todo para tus hijos?, se pue- den recoger algunas de las siguientes respuestas:

– Quiero que mis hijos sean felices. – Quiero que sepan cómo disfrutar de la vida y apreciar cada día como algo maravilloso. – Quiero que se sientan satisfechos e importantes como personas. – Quiero que tengan sentimientos positivos sobre sí mismos y sobre la vida.
– Quiero que crezcan sabiendo cómo enfrentarse a los problemas y, que estos, no les derroten.
 – Quiero que no se sientan deprimidos e inseguros.
 – Quiero que tengan un arraigado sentido de la paz interior, que los sustentará en épocas difíciles.
– Quiero que sean sensibles, responsables y respetuosos con la naturaleza y con la humanidad.
 – Quiero que descubran y ejerciten sus capacidades, se sientan satisfechos y tengan el estímulo de un propósito en la vida.
 – Quiero que se sientan queridos y sean afectuosos.
– Quiero que gocen de buena salud, tanto física como mental. Tratar de lograr todo eso en vuestros hijos es importantísimo y un reto, pero hay que trabajar para conseguirlo.
 
 
 
 Esa es la función de los padres: trabajar haciendo de padres.
 
Los buenos padres no nacen, se hacen: aprender a ser padres El trabajo más hermoso, admirable y gratificante, pero también el más complejo y difícil es, sin duda, el de padres. A pesar de lo que mucha gente cree, pocas madres y padres saben, sólo por instinto, cómo actuar y resolver las situaciones con sus hijos. Aunque los progenitores que han tenido más experiencia con niños ya sea por sus hermanos, sobrinos o por haber hecho de canguros se sienten algo más “capacitados” con los pequeños, todos tienen que aprender a actuar como padres como las muchas cosas que los humanos tenemos que ir aprendiendo a lo largo de nuestra vida:

TENGA EN CUENTA:
 
• Las madres y los padres que acaban de tener un hijo verán que su amor se desarrolla poco a poco, que si se implican totalmente irán aumentando su experiencia, pero también que existen momentos de angustia en los que incluso llegan a desear un regreso a su vida anterior al nacimiento del hijo. Este “tira y afloja” es una parte natural de la difícil tarea de actuar como padres. Pero es una experiencia única y gratificante.
 
 • Busquen artículos y libros sobre la paternidad y la educación de los pequeños. Le puede ser de utilidad el siguiente libro que le recomendamos: Padres eficaz y técnicamente preparados, de Thomas Gordón. 
 
 • Así mismo le insistimos en que amplíe sus conocimientos sobre este tema. Para ello
puede recurrir a la bibliografía que, nos ha servido de base para la elaboración del mismo, además de la que Vd. pueda ir incorporando a su propia biblioteca. Pero su objetivo al leer estos libros no debe ser convertirse en un padre/madre perfecto/a, ya que eso es algo que no existe. Tampoco debe aspirar a conocer de antemano todas las respuestas sobre el tema de la educación infantil, lo que resultaría imposible. La lectura debe ayudarle a reflexionar y hablar entre ambos progenitores sobre la forma de enfocar ciertos temas clave, como por ejemplo: la comunicación, la autoestima, la disciplina, las actitudes y los valores, la responsabilidad, etc. Leer, a conducir, a montar en bicicleta o a llevarse bien con los demás. En épocas anteriores a nadie se le había ocurrido sugerir a los padres cómo deberían ocuparse de sus hijos. Se suponía que cada uno hacía lo “natural” que consistía en repetir lo que habían hecho sus padres. Esto era un buen principio para abordar los nuevos requerimientos que se les presentaban a los que se iniciaban como padres, aunque en muchos casos no suficientes como para abordar tan complejo trabajo.
 
Hoy en día la mayoría de padres empiezan cargados de dudas sobre la manera más adecuada de educar a los hijos. Estas dudas vienen de que la mayor parte de nosotros nunca hemos recibido lecciones sobre el desarrollo infantil, sobre el desarrollo de la personalidad, la importancia de la autoestima, de cómo crear y desarrollar hábitos saludables, etc., ni tampoco de la alimentación, cambio de pañales, ni de los llantos y vómitos. Estas dudas también vienen por la falta de una actitud favorable hacía la lectura de libros y artículos sobre el mundo infantil y lo relacionado con lo que se conoce como “Escuela de Padres”. Aquí es cuando aparece la gran importancia que tiene la confianza en sí mismo a la hora de criar bien a un niño. La confianza en sí mismo, en lo que se está haciendo, es una ventaja extraordinaria, pues hace a los padres sentirse más a gusto, más seguros en su papel y, por tanto, disfrutar más. Insistimos en que nadie nace con instinto maternal o paternal. Lo más parecido a ese instinto es lo que se aprende del modo en que nos trataron nuestros padres durante la infancia. No hay más que ver a los niños de tres, cuatro y cinco años ocupándose de sus muñecos, regañándoles o alabándoles lo mismo que sus padres les alaban o les regañan a ellos. Veinte años más tarde se comportarán igualmente con sus hijos. Así las actitudes básicas frente a los futuros hijos se aprenden en los primeros años de vida.
 
El resto llega con la paternidad: se aprende a ser padre y madre, sobre todo, ocupándose de su primer hijo. De este modo, “ser padre” se aprende día a día. Se es padre en el actuar como padre. El vínculo con el niño empieza a forjarse en los contactos diarios durante los primeros meses: al coger al bebé, al alimentarlo, al intercambiar miradas y sonrisas con él, y se va desarrollando a lo largo del tiempo ya que es un proceso continuo. Resulta muy positivo que los padres acepten y hablen sobre los sentimientos de irritación y malestar que experimentan al tener a su cargo a una criatura tan pequeña y difícil de tratar, ya que esta confesión conjunta les puede ayudar a que desaparezca la tensión, a comprender lo difícil y compleja de la nueva situación, las carencias que cada uno pueda tener sobre este tema y a unirse todavía más. La comunicación, el diálogo sobre los temas relacionados con su papel de padres, sin intentar dominar con “su saber” el uno sobre el otro, es un elemento favorecedor de una dinámica de pareja armónica. A la comunicación y a la escucha activa se le da, en todo este manual, una gran importancia por ser el recurso más importante para abordar y resolver situaciones y conflictos.
 
 
 

Tiempo para los hijos 2

 

CANTIDAD Y CALIDAD DE TIEMPO PARA NUESTROS HIJOS

La calidad de tiempo con los hijos no se mide por lo entretenido que haya sido el rato que pasamos con ellos. Los padres de hoy tienen muchas más complicaciones para pasar tiempo con sus hijos que en épocas anteriores, el trabajo fuera de casa impacta directamente la forma en que deben administrar el tiempo para atender las necesidades tanto físicas como emocionales de los hijos.
Para un hijo es tan importante la calidad como la cantidad de tiempo que sus padres le brindan y ese equilibrio debe permitir a un padre conocer, comprender, saber qué sienten y quiénes son sus hijos.
La autora del libro De la culpa… a la calma, Ángela Marulanda, escribe al respecto lo siguiente: “Parece que en nuestra loca carrera por estirar el tiempo, finalmente logramos hacer todo… menos vivir, si por ello entendemos compartir, jugar, reír, conversar, gozar… amar. Por andar ocupados en que nada les falte a los hijos, los padres no les damos más sino menos, menos sosiego, presencia, comprensión, menos de todo lo que precisan para crecer tranquilos”.
“Los niños perciben cuando fingimos prestarles atención, pero realmente no lo estamos haciendo”. Si el tiempo que dedicas a tus hijos sólo alcanza para darles órdenes, suplicarles, corregirlos y apurarlos o sólo prestas atención cuando gritan, lloran o hacen alguna travesura, ese tiempo, aunque sea mucho, no es de calidad.
La opción es buscar espacios para estar presentes de cuerpo y alma porque, afirma Marulanda, muchas de las dificultades que nuestros hijos enfrentan son el resultado de no haberse sentido suficientemente valorados por nosotros, porque no estuvimos ahí para ellos.
“La calidad de tiempo con los hijos no se mide por lo entretenido que haya sido el rato que pasamos con ellos, sino por lo mucho que ese tiempo nos permita conocerlos. Es en esa quietud cuando son evidentes sus inquietudes, sus tristezas, sus dichas, es decir, lo que ocurre no fuera, sino dentro de nuestros hijos. Tenemos que propiciar encuentros en los que podamos percibir su confusión y orientarlos, así como sus cualidades y fortalezas para reafirmarlas”.
“No son las diversiones sino nuestro interés y dedicación personal a los hijos lo que nos permite tejer con ellos esos lazos afectivos que no se dan con la mera convivencia, y que son los que les hacen ver que ellos son lo más importante de nuestra vida, que los amamos más que a nadie”, eso es calidad y se debe dar en suficiente cantidad.
 
 
 
 

Escuela de Padres 1

La Escuela para Padres

Es un espacio de apoyo y sostén profesional para encarar y elaborar las dificultades constitutivas de ser padre. Se concurre cuando tienen necesidades de orientación, información o asesoramiento
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   La paternidad y la maternidad no son materia de la Universidad, ni hay un manual de recetas.
   Se busca ayudar a los padres a interiorizarse en su propia experiencia de paternidad, a vivenciar sus vínculos actuales, procesando sus vínculos pasados para rescatar lo positivo y no repetir lo perjudicial, que ha causado dolor y sufrimiento.
   Se encara el trabajo clínico a partir de la integración del psicoanálisis con otras teorías y la dinámica del grupo multifamiliar.
   Ser padre o madre no son atributos esenciales sino que se constituyen en una realidad cotidiana, en el seno de una sociedad con modos de relacionarse específicos y con los avatares de las influencias de las condiciones materiales de existencia: economía, educación, trabajo, recreación, etc.. Estos reciben influencias de la moral social predominante en la sociedad, con la cual pueden o no coincidir, pero la posición relativa a la ética familiar, tiene efectos en el modo de crianza y de encuentro o desencuentro con lo que hacen otros padres del entorno cercano.
   “La Escuela” no se orienta hacia la enseñanza catedrática, aunque si se ofrece cierta información cuando es necesario, pero más bien se tiende hacia el aprendizaje y la interiorización de una experiencia como vehículo de cambio, a partir de lo conflictivo como también de lo que otros padres tienen más resuelto.
   Nuestro trabajo está íntimamente relacionado con la concepción de la salud, la enfermedad mental, lo no elaborado transmitido trans-generacionalmente y la complejidad de la mente en relación con otras mentes. Como influye lo intrasubjetivo (el propio psiquismo), lo intersubjetivo (los vínculos entre las personas) y lo transubjetivo (de otras generaciones). Al mismo tiempo que lo que sucede en el “entre”, en los vínculos más significativos, va a conformar lo intrasubjetivo, el mundo interno. El modo en que han sido vivenciado los afectos, de cómo uno se ha sentido tenido en cuenta es el modo en que son internalizados los vínculos dentro de la mente articulados en un mundo interno, condicionando la manera de percibir “la realidad”.
   La realidad es mucho menos objetiva de lo que creen muchas personas, se puede cambiar la realidad de acuerdo a lo que la persona genere con los otros, es decir, si alguien se siente conforme y confía en sus proyectos, genera confianza y “buena onda”, por lo que dan ganas de seguirlo o estar compartiendo con él. En cambio, cuando nos encontramos con gente resentida, llena de odio, nos alejamos. Generar que la gente se acerque o se aleje de uno, abre o cierra puertas, las puertas son la oportunidad de vivir una vida más plena, desarrollando las posibilidades internas.